Ganarse la vida
- Camilo De fex Laserna
- Apr 21, 2021
- 6 min read
Updated: May 12, 2024

Conozco a un sujeto que se gana la vida de maneras muy curiosas. Lo vi por primera vez hace unos doce años en un potrero en donde entonces se podía ir a comer hongos y acampar. Esa noche me contó que trabajaba en la secretaría de tránsito modelando algoritmos para controlar los semáforos de la ciudad y que le iba bien. No llevaba camisa, lo cual me impresionó por el frío que hacía esa noche, pero también porque el sujeto modelaba algoritmos para la jodida secretaría de tránsito, no tenía sentido que estuviera medio encuerado, digo, no cuadraba del todo con el estereotipo que uno esperaría de una lamprea pública. Ni siquiera había llevado una carpa ni saco de dormir, me dijo que lo que le gusta de ir a Cinifa es tragarse un montón de hongos y quedarse toda la noche despierto. Había ido solo y en cierto momento se burló de todos los que tenían que ir acompañados a purgarse en el monte. Hablamos una media hora sobre temas que no recuerdo, cerca del campamento que tenía montado con mis parceros y luego se fue.
En estos doce años volví a encontrármelo varias veces en el centro de la ciudad y siempre tenía un empleo diferente. En 2017, que fue la penúltima vez que lo vi, estaba persiguiendo una carrera de rapero o algo así, y sus temas eran bien extraños, pues hablaban de Internet y vainas tecnológicas (aunque luego los descolgó, según comprobé en estos días que los busqué). Me sorprendió la cantidad de visitas que tenía en YouTube cuando me mostró sus videos en el celular y también esa seguridad que emanaba del sujeto, como si se supiera el próximo one hit wonder del hip-hop contemporáneo. No volví a verlo sino hasta inicios de este año. Me lo encontré en el Parque del Periodista y casi no lo reconozco porque llevaba puesto un tapabocas. Estábamos a punto de despedirnos después de unos minutos de cháchara de relleno en su máxima expresión -de hecho, ya habíamos pasado por el gesto de apretar manos-, pero se le ocurrió algo de repente en ese instante de seudo despedida. “¿A vos te da miedo la plata?” me preguntó. Levanté los hombros, no entendí a qué se refería. Luego sacó la billetera y me mostró el fajo más gordo de billetes de 50 lucas que haya visto en la vida. Con dos dedos y un movimiento suave sacó uno de los billetes morados y me lo regaló. La conversación volvió a revivir con ese gesto e hice señas a unas personas con quienes estaba para que me esperaran un poco más. Me contó que trabajaba con unos extranjeros en una operación seudo legal con Bit Coins. Lo único medio ilegal, reconoció, tenía que ver con que una sola persona no podía sacar de tacada la luca (el producto de la operación) del banco. Necesitaban gente que se viera así inofensiva como yo, para ir a retirar 1 o 2 millones diarios, de hecho, si tenía amigos de confianza que necesitaran trabajo, también se los podía referenciar. El problema, me dijo, ni siquiera son los tombos. El problema es que mucha gente en Medellín está haciendo este tipo de jugadas porque están en una zona gris de la legalidad. Y justo porque se ha vuelto práctica común, también se ha creado un nuevo ecosistema para el fleteo, ése es el verdadero azare, me dijo. Por eso no me podía dar miedo el dinero. Tenía que ser capaz de agarrar uno o dos palos, guardarlos en la billetera y salir de ahí como si nada. “De hecho, si va en la bici, mucho mejor, menos visaje”, me dijo y señaló mi cicla. Le dije que de una como para ver qué pasaba y todavía excitado por las 50 lucas gratis. Días después cuando me llamó me acobardé y no le contesté. Ese día me iba a presentar a su contacto sueco a ver si me aceptaban para el camello, era algo así como una entrevista de trabajo. Un mes después, algo amurado por plata, volví a llamarlo a ver si la plaza seguía disponible, pero nunca me contestó.
Tengo 33 años y todavía estoy casi en las mismas. Hajime Isayama, que es un año menor que yo, descansa en cambio sobre una montaña de luca gracias a su franquicia Shingeki no Kyojin. Sobra decir que no creo en esa bastardada de que “el pobre es pobre porque quiere”, pero sí en que yo lo soy porque quiero, y eso que pobre es tan sólo una exageración romántica, porque tengo un techo y vainas para echarle al buche. Pero a veces siento que estoy sintonizado y a punto de descubrir una veta de oro y que sólo necesito un golpe de suerte para por fin conseguir la tan preciada estabilidad financiera (y sería chimba tener un proyector y un PC brutal en el que corran videojuegos de última generación y una piscina inflable y suscripción a filmin y un horno y una nevera que enfríe y una cámara full frame y un paseo a Brasil bien chimbero). Pero a la final, son tantas las opciones de hacer esa luca imaginaria que todo regresa al camino medio lento de hacer una cosa allí y otra allá, o bien sea el mes a mes de una lanza libre (freelance/ mercenario/ rōnin).

Por momentos quisiera haber aprendido de criptodivisas hace tiempo o tener nociones más claras de economía. Podría ser en este momento el creador de Earth 2, un increíble e interesante proyecto de estafa global. Es algo así como cuando en Medellín alguien empezó a vender pedazos de la luna o como ese otro sujeto que vendía pedazos de las calles del centro para montar parqueaderos. En Earth 2 se está haciendo, supuestamente, una representación virtual 1:1 del planeta y la gente compra pedazos de esta territorialidad virtual. Según la publicidad que me sale en Facebook ya el Taj Majal y Central Park están comprados ¿qué esperas para comprar tu pedacito de tierra virtual? Es increíble, y supongo que rentable, porque los tontos abundan en el mundo. Otro proyecto similar, ya no una estafa global, es El Metaverso, un proyecto del que Sony es el principal accionista. Este lugar no se plantea ya como una representación del planeta “real”, sino como la suma de una serie de mundos interconectados, creados por los usuarios usando el motor gráfico Unreal en medio de una plataforma abierta, sin dueños (o eso dicen). Se trata de una especie de híbrido entre Second Life y Minecraft y su creador lo propone como aquello que hará obsoleto al Internet como lo conocemos.
Douglas Adams dijo en 1999 en relación al Internet:
1) Todo lo que está a nuestro alrededor cuando nacemos es “normal”.
2) Todo lo que es inventado entre ese momento y antes de que cumplamos 30, es increíblemente “excitante y creativo”, y con un poco de suerte puedes hacer carrera en eso.
3) Todo lo que se inventa después de que cumples 30 está “en contra del orden natural de las cosas” y es el principio del final de la civilización tal como la conocemos. No nos habituamos hasta que está alrededor de nosotros cerca de 10 años, cuando gradualmente la aceptamos.
Tengo 33 años y sigo siendo un rōnin de baja estirpe sin tierras ni gloria. No quiero ser un samurai, pues no me gusta la idea de tener un amo. Pero estoy muy lejos de ser un Miyamoto Musashi, quien nunca llegó a tener un patrón y sin embargo, alcanzó un alto grado de respeto y prestigio en el Japón feudal, casi como si fuera un samurai del shogunato. Era un tramposo y un borracho, pero a la vez tenía un estilo de pelea que hoy día todavía se recuerda en el cine y en la literatura (una especie de mezcla entre el gamín de Mugen y el virtuoso de Jin, en Samurai Champloo). Eso es lo que quisiera, lo que persigo desde mi posición de lanza libre en este mundo ultra saturado que a veces ni deja pensar claramente. Todavía busco la mina de oro que me hará millonario (para olvidarme de los amigos, como dice la canción). Millonario para despilfarrarlo todo. Millonario para quedar en bancarrota y volver, una vez más, al pensamiento estimulante que dice: ¿y ahora cómo putas me voy a ganar la vida?

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